Salta para alcanzar estrellas {LittleMaggie}

El día era excelente. Uno de esos en los que ni llueve ni el sol irrita tu piel. Uno en el que nada de lo que puede pasar te pondrá de mal humor. Aquellos pocos días en los que te levantas con una sonrisa en tu cara y no puedes borrarla. ¿Cuándo sucedían? O ¿Por qué lo hacían? Solo podía pensarse en una respuesta y era tener un razón para hacer que esos días aparecieran entre el nubarrón de malos momentos. Y una de las razones por la que los días de Elena eran felices, era por la pequeña niña que caminaba contenta a su lado. El solo hecho de llevar su manita entre las de ella le hacia reconfortarse. Al estar furiosa o asustada y que aquella cría le regalara una inocente sonrisa, lo valía todo. Y nadie sabía cuánto lamentaba que sus padres no estuvieran vivos. Ella había disfrutado de su presencia los suficientes años como para tener recuerdos permanentes, y hubiera deseado que su hermana también pudiera disfrutar de esos pequeños y grandes momentos de los padres Gilbert.

Sacando aquellos pensamientos de su cabeza, camino a la par de Margaret con dirección al parque. Aquel día, Elena estaba tan de buen humor que dejaría que la pequeña comiera todos los dulces que quisiera. O tal vez no. Por ahora se limitaría a pasar más tiempo con ella, hacia tanto que no la veía. Entre campamentos de verano la había tratado de mantener alejada de todos aquellos cambios que se habían producido tras la muerte de sus padres. Girando en una de las esquinas diviso el parque a lo lejos, y sonrió. En los últimos años, la relación entre las dos hermanas se había ido quebrando. Y era triste pensar que aquellas que habían sido tan unidas se vieran separadas por cosas inexplicables. Recordar aquellos momentos en los que dedicaba todo su día a cuidar a su hermana, como le gustaba verla dormir o preguntar el porqué de algo. Si algo Elena podía decir era que estaba agradecida de poder tener una hermana como Maggie.

Quizá. Quizá podría algún día conseguir encontrar a sus padres para devolverlos a casa. Quizá algún día se atreviera a entrar en el cuarto de Jeremy para saludarlo. Quizá algún día consiguiera ir a Disneyland con toda la familia, en la cual ya incluía a la tía Jenna. Pero segura estaba ya que el ''Quizá...'' que decía que algún día volvería con Elena al parque estaba tachado de esa lista interminable de deseos que habría pensado o lanzado al cielo más de una vez.

Sentía como la mano de Elena rodeaba la suya, mientras sus piernas se alzaban al cielo para volver a caer al suelo a la distancia más larga a la que llegaban sus piernas, mientras intentaba alcanzar los pasos de Elena, que absorta en su mente, había apresurado el ritmo lentamente. Sabía perfectamente lo que pretendió en el primer momento en el que se acercó a Elena desde que había vuelto de campamentos, en el justo momento en el que se dejó caer a su lado, en su cama, preguntando lo más dulcemente que pudo si la llevaría al parque algún día. ¡Cuán feliz se sintió cuando la sonrisa de Elena se tornó en un asentimiento! Poco después las dos se juntaron en un abrazo, en el que Maggie sintió que había tirado el primer ladrillo del muro que se había formado el último verano entre ellas.

Entonces, mientras la menor de los Gilbert seguía tratando de alargar sus pasos lo más posible para no quedarse atrás, fue cuando el ritmo de ella disminuyo mientras doblaban la esquina, la misma esquina que le permitió ver a las dos jóvenes el conjunto de árboles que rodeaba el parque de Mystic Falls. En el rostro de la pequeña, involuntariamente, se formó una sonrisa, que terminó en una pequeña y gutural risita dulce y armoniosa, que finalizó elevandose a una risita más fuerte, mientras levantó la mirada hasta buscar la de Elena. Tras desacerse de la distancia que las separaba del parque del pueblo, Margaret soltó la mando de su hermana mayor, colocandose frente a ella e inspirando todo el aire posible, hinchando su pecho con fuerza y espirando para dar un salto, estirando sus brazos para rodearla lo más fuerte que pudo: - Muchas gracias, tata.

Su voz sincera se alzó sobre el volumen de las risas de los niños en el parque, mientras se fundía en un abrazo con su hermana, delicada y lo más efusivamente posible. Lo que quizá no alcanzaba a comprender de todo aquello, quizá podría haber sido el sentimiento de fraternidad de todo aquello, sabía que quería a Elena y que seguiría queriendola siempre, pero también sabía que para ella era lo mismo. La pequeña pensaba que no había secretos entre ellas, y era por eso misma que no mantenía ninguno con ella, más que el que le podría acarrear algún que otro problema. Y es que ninguna hermana menor, a pesar de lo dulce y sincera que puede llegar a ser, le dice a su hermana mayor que está leyendo su diario a escondidas.