Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas #{Elenita}

Un suspiro cansado se escapó de sus labios. Sus largas y pulcras uñas se clavaron en la sensible piel de sus palmas en un intento por calmarse y recuperar algo de la paciencia que la caracterizaba pero que sin duda disminuía cuando se trataba de él. Cassandra era consciente de que no podía enfrentarse físicamente a un Vampiro. Mucho menos a uno enojado. ¡Pero es que cómo la hacía enojar! Su arrogancia, su necedad, pero sobre todo aquel instinto de protección que tenía con ella, claramente disfrazado en sus arranques de indiferencia. Todo ello conseguía sacarla de sus casillas. ¡Era su hermano, por todos los cielos! ¿Qué esperaba que hiciera? ¡¿Que se quedara de brazos cruzados, en el cuarto de hotel asignado, esperando cual damisela en apuros a que ellos se pusieran en peligro mientras ella se miraba las uñas?! Si, porsupuesto. Eso y al día siguiente se entregaría al mismo Vampiro gruñón y altivo que en estos momentos la fulminaba con la mirada.

La castaña le había dado la espalda segundos antes pues no quería que especialmente él, se diera cuenta de la preocupación que sentía. Habían llegado ese mismo día y aun se mantenían las discusiones sobre quién o quienes serían los indicados para acudir a visitar a los Salvatore en busca de aquello que les concedería una vida algo más...normal. Pennie había sido descartada por completo. Por ella misma y por Max. Era una niña aún como para involucrarse de aquella manera sin mencionar que no se sentía siquiera levemente involucrada con el asunto. Cassandra la había dejado en la habitación asignada para ambas, recostada en su cama, refunfuñando y cantando a todo pulmón una canción sobre lo injusto de la vida. Poco dispuesta a soportar las ultimas horas de la tarde escuchando sus chillidos y reclamos absurdos, había cruzado el pasillo para hacerle compañía a Stanislav y su hermano y decidir de una vez por todas quien iría esta noche. Y de aquello...ya habían transcurrido facilmente dos horas. Dos horas en las que con mucho esfuerzo y astucia había vencido en argumentos a su hermano mayor, convenciendolo de que lo mejor sería que se quedara en el hotel, al cuidado de Pennie y que la dejara acudir a ella en su lugar. No del todo convencido, pero si lo suficientemente resignado, se había excusado, encerrandose en la habitación. Stanislav...había sido cuestión aparte. Simplemente se negaba a dejarla ir, alegando cualquier excusa. Valida o no, le daba igual. Era por ello que se encontra así. Podía sentir su mirada martillando su nuca, retándola a que se rindiera de una vez por todas. Impredescible como ella sola, la castaña no se giró, sino que por el contrario alzó la cabeza e inició su camino con dirección a la puerta de la habitación que daba al pasillo y que la liberaría de aquella situación. No dio siquiera dos pasos, antes de que el gruñido de advertencia de Stanislav, la hiciera detenerse.

-Tranquilo Cerbero, estaré abajo. Puedes marcarme al celular y comprobarlo por tu cuenta.-murmuró sin girarse, dandole a su voz un tono entre dulce e irónico, que rayaba en lo burlesco.-Volveré antes de que anochezca, no te las llevarás asi de fácil, Stan...-lo fastidió, haciendole un guiño con su ojo izquierdo antes de volverse a girar y salir definitivamente de la habitación sin esperar respuesta. Sus pasos la guiaron de manera rápida hasta las afueras del hotel, sus brazos se estiraron y se puso de puntillas, en un gesto claro de estiramiento y relajación. Dejó que sus pulmones capturaran lo máximo posible de aire puro antes de buscar un lugar dónde sentarse y poner la mente en blanco para buscar la mejor solución posible a la situación que ocurría con su familia. Lo encontró, segundos después, cuando su mirada se enfocó en la barandilla de metal frente a ella. Dejó que su cuerpo se encaramara sobre ella y apoyando la espalda en una columna, hizo equilibrio. Una pequeña sonrisa se hizo en sus labios, contenta de poder mantenerse en aquella posición, rodeando sus piernas con sus brazos y con una vista tranquila, respirando el aire libre.

Llevaba algunos minutos en aquella posición. Su mente se había tomado un respiro de sus constantes pesquisas y literalmente se encontraba en blanco, buscando la tranquilidad que hace mucho no sentía. La castaña mantenía los ojos cerrados. Su rostro en paz y su postura relajada no le indicaría a nadie que la muchacha que yacía allí sentada estaba pasando por uno de los momentos más críticos en su vida. Continuaba debatiéndose entre si ir o no en busca de los Salvatore de una vez. Si claro que le había dicho a Stanislav que permanecería en las afueras del hotel pero...¿No era más conveniente que fuera ella primero, a tantear terreno? Después de todo, la ayuda era tanto para su hermano como para su..para Stanilav. Ella también tenía derecho a preocuparse e involucrarse lo que considerara adecuado. Y sobretodo temía que en una de esas, cualquiera de los dos metiera la pata y terminaran agarrandose a golpes como con aquellos que vampiros que se encontraron en Londres. Había sido algo verdaderamente horrible tanto para ella como para su hermana que fueron las espectadoras en aquella ocasión. Y no era como si les tuviera algun tipo de temor a los seres de la noche, no podría. No cuando su propio hermano era uno de ellos. Pero la sola idea de verlo, o a Stanislav~aunque lo negara~heridos de alguna manera, simplemente la aterraban.

El grito de una niña, proveniente del interior del hotel fue aquello que la dispersó por completo de sus pensamientos. El ensimismamiento en el que Cassie se había visto sumergida la había apartado por completo de la realidad. Alzó la cabeza, poniendose de pie para identificar a la dueña de aquella voz cuando un impulso la hizo girar la cabeza en sentido contrario al interior del hotel. Y entonces lo vio. Un pequeñísimo cachorro, quizás de unos cuantos meses, se encontraba en mitad de la pista completamente relajado mordisqueando uno de sus juguetes sin ser consciente del coche que se aproximaba a velocidad y que sin duda no repararía en su presencia. El cachorro no mediría más que unos pocos centimetros y al estar recostado, eran muchísimas menos las probabilidades de que el conductor del coche lo notara. Casi sin ser consciente de sus actos, la castaña corrió hacia él, indicandole con una seña a la niña que salía precisamente en aquel momento, que esperara.El coche se detuvo, para alivio de todos y justo cuando se agachó para recogerlo,el escurridizo perro se levantó de su sitio, corriendo en dirección opuesta y acercandose peligrosamente al vehículo. Alcanzó a distinguir que la persona que conducía el coche era una joven, mayor detalle no obtuvo pues de inmediato acortó la distancia, acercandose y buscando al cachorro bajo el vehículo.-Lo siento, es el cachorro que se metió bajo tu coche...-explicó sus acciones, casi sin girarse a ver a la chica.