Stanislav Velkan

Miro por la ventana soltando un gran suspiro, en parte por que siempre le apenaba discutir con ella, en parte por que la discusión no había servido de nada. Siguió mirando por la ventana unos segundos, hacía varias horas que había anochecido, era plena madrugada en ese mismo instante. Sin embargo, salio del despacho donde se encontraba hacia el pasillo principal. Ascendió varios tramos de escalera, encontrándose poco después en el segundo piso, el de los dormitorios. Aminoro el paso, caminando por el pasillo, cuando se encontró ante la muerta de Cassandra un mohín apareció en su rostro y apoyo la espalda en la pared contigua a la puerta.
Negó con la cabeza para si mismo, tras varios instantes en los que estuvo pensativo. Se dispuso a retirarse a su propio cuarto, quizá al despacho o sabe dios a donde, el caso era alejarse de ella. Fue entonces cuando la puerta se abrió y ella salio por el haz de luz amarillenta.

-¿Querías algo Stan?¿O venias a disculparte?

Se giro hacia ella, con una mueca de desagrado y algo de rabia dentro que no se permitió mostrarle.

-No creo que este sea uno de esos momentos en los que puedes llamarme Stan. Y no, no venia en absoluto a disculparme, ¿a caso crees que seré tan falso de disculparme de algo de lo que no me arrepiento?

Al decir esto una sonrisa, que aunque tenia poco de real, no resulto para nada forzada apareció en las comisuras de sus labios, enmarcada por un destello blanco de sus colmillos. Había sido demasiado sarcástico, descarado y arrogante, lo que sabía a la perfección que provocaría en ella la salida de la anterior ira.

-Oh como no, se me olvidaba que tu hace mucho que perdiste lo que se denomina conciencia y todo eso. A veces se me olvida la cantidad de años que me sacas, supongo que tendré que empezar a ser más consciente de ello. Aun no me has respondido, ¿por qué estas aquí entonces?

El sabía a que se refería cuando hacía alusión a sus diferencia de edad, por supuesto que lo sabía. Pero no dejo que la rabia le dominase, ya no había echo una vez aquella noche y no podía dejar que sucediese de nuevo.

-Claro que si, eso mismo es lo que debéis hacer Cassandra. Simplemente venia a controlar que te encontrabas en tu cuarto, pues yo tengo una misión que realizar junto con tu hermano.

Con esto último, sin darle tiempo a contestar, salió del haz de luz y recorrió el pasillo a bastante velocidad. Sabía que si la dejaba seguir hablando iba a acabar hiriéndola a ella y a si mismo. Cuando entro en su despacho de nuevo, Max ya se encontraba allí, listo para planear su buqueda de los Salvatore.